Baños es una agradable ciudad tropical situada al pie del volcán Tungurahua y junto al río Pastaza, afluente del río Napo, aquel que navegara el célebre conquistador español llamado Francisco de Orellana, y a su vez uno de los grandes tributarios del Amazonas.
Como en todas las ciudades "tropicales" el ambiente es relajado y sensual, flotan en el aire agradables olores dulzones que exhalan las junglas y florestas cercanas. En la calle la gente casi siempre tiene colgada una sonrisa en su cara, suenan salsa y otros ritmos caribeños y brasileiros a toda voz en los muchos bares y garitos que se reparten por las calles y la fiesta se apodera de muchos locales cuando llega la noche y comienza a correr generosa la cerveza y el ron. Y, si como nosotros, el viajero proviene de los solitarios y fríos páramos andinos, este alegre ambiente, se hace más acusado y reconfortante.
Por eso, después de pasear un buen rato por la ciudad, de disfrutar de sus parques, de sus variados tenderetes, de los coloridos puestos de numerosas y querenciosas frutas exóticas, me sorprendió de pronto, en uno de los pabellones del mercado de la ciudad, encontrarme con dos seres que hacían un trabajo llamémosle "fino" en la "carnicería" de la zona. Me vino a la mente una palabra ya casi en desuso del idioma castellano, la de "matarife". Los dos matarifes, palabra que yo podría definir como superlativo de carnicero, estaban a lo suyo sin importarle demasiado que el viajero paseara con su cámara por aquel olvidado rincón del mercado. Una auténtica "delicatessen".
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Baños, Cuenca del Amazonas (Ecuador).
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