Buscar viajes

¡Encuentra tu aventura!

En busca de la "Ciudad Perdida"

En busca de la "Ciudad Perdida"

¿Qué quiere usted? He crecido salvaje como las hierbas y necesito la acción, la acción continua. 

Zalacaín el aventurero, Pío Baroja.

Los textos que a continuación siguen son párrafos sacados de mi diario de viaje a la “Ciudad Perdida”. Son sólo unos mínimos apuntes de un recorrido que me cautivó como pocos… Las imágenes… suponen la inmersión en un océano verde. Espero os guste.

Abrir los ojos a la nueva mañana, salir de tu habitación a la luz de los trópicos, al olor a plantas dulzonas y a café recién hecho es una buena forma de entrar en ambiente. Hemos quedado con el sr. Jairo, uno de los primeros guías de Ciudad Perdida. —en 1997 tuve que suspender mis actividades, nos dice, por problemas con la guerrilla y con los paramilitares, pero la situación ha cambiado, la zona ahora está tranquila y la gente que antes se dedicaba a la extorsión ahora se dedica al turismo.

Pocas cosas resultan más emocionantes que partir al descubrimiento de una antigua ciudad abandonada y si ese lugar está envuelto en brumas y lluvias casi permanentes, a la vez que es necesario atravesar innumerables ríos y selvas hasta llegar, entonces, la aventura está garantizada y comprenderemos por qué la “Ciudad Perdida” ha hecho honor a su calificativo durante cuatro siglos.

Teyuna, como se le conoce en la lengua indígena, fue construida por los Tayronas en las laderas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Actualmente constituye una de las ciudades precolombinas más grandes descubiertas en América.

Un viejo jeep llamado “el torito” bramaba ascendiendo las embarradas pistas que nos iban a acercar a las inmediaciones del villorrio conocido con el nombre de “Machete Pelao”, en la entrada al Parque Nacional Tayrona. Nuestra expedición a pie iba a comenzar aquí. En un chamizo tomamos un refrigerio antes de comenzar la marcha al tiempo que el guía me comentó; un momento, cuñao, voy a recoger a mi novia. La “novia” del guía resultó ser una daga de más de medio metro de cuchilla. Días más tarde tuvimos que emplear a fondo a la “novia” para abrirnos paso en muchas zonas del camino.

La humedad ambiental es tremenda y el aire vuela denso y cargado de olores a tierra, a yerba fresca y a excrementos de numerosos animales que no vemos, pero que sabemos que están. Llueve a ratos y el camino se va enlodazando por momentos.

A lo lejos divisamos el mar, hacia el norte, el ¡mar Caribe!. Es increíble esta cordillera, una montaña salvaje y tropical, a escasos kilómetros del océano. Se trata de la montaña más alta del mundo existente a orillas del mar. En su interior se encuentran desde los ecosistemas marinos hasta el clima polar. Desde los cero a los 5.775 metros del Cerro Colón.

Con mis ropas bien secas, bien comido y bebido me voy al chinchorro, donde caigo como un saco. Mañana saldremos temprano, a la seis de la mañana. Mientras, la tormenta ruge con fuerza y el agua cae generosa sobre la selva oscura y misteriosa.

Hijo de colonos, Misabel, nuestro Guía, tiene 21 años y parece un buen chico. Conoció la sierra en los años revueltos. Cuando los paramilitares, los narcos y los guerrilleros de las FARC se calentaban por estos caminos. —Mi tío, me dice, muchos jefes paramilitares están ahora en los Estados Unidos.

Sobresalen árboles gigantes como el Mestre y el Caracolí o la descomunal Ceiba de Leche. Las Palmas de cera, los helechos arborescentes, los bosquetes de Tagua, de troncos parecidos a un bambú gigante. Las hermosas Bromelias cuelgan de árboles musculosos y en medio del océano verde una orquídea llama poderosamente la atención en forma de sugestivos colores.

La vegetación apenas nos deja ver unos metros por delante, cuando de algún lugar surgen unas poderosas voces: —¡no se me rindan!. Frente a nosotros y sin darnos cuenta nos topamos con un campamento militar. Jóvenes ataviados con fusiles y ametralladoras montan guardia en un paso estratégico. La imagen me recuerda esas películas de guerrillas en la selva… Afortunadamente esto ahora está en paz. No quiero ni pensar cómo puede ser una guerra en estos parajes. Los militares nos preguntan si somos del Real Madrid o del Barcelona.

Por fin, el tercer día divisamos muy abajo el cauce del río Buritaca y el grandioso valle que nos tiene que llevar corriente arriba hasta nuestro objetivo. El camino se hace más agreste y complicado si cabe. Las mulas ya no nos acompañan y a partir de aquí llevaremos todo nuestro equipo a cuestas. El río baja con fuerza y con mucho caudal por lo que prestamos la máxima atención en su vadeo. Después avanzamos entre rocas, lianas, raíces gigantes, yerbas y piedras tamizadas de musgo de mil tonalidades verdes…, de la selva, de la tupida selva negra surge misteriosa una gran escalinata compuesta por grandes piedras talladas y bien alineadas. El corazón me late con fuerza y no puedo dejar de emocionarme, estamos en el inicio del ancestral acceso a la “Ciudad Perdida”.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

Viajes Años Luz | Viajes diferentes | www.aluz.com