Luces y sombras en Katmandú

Luces y sombras en Katmandú

La primera vez que llegué a Katmandú, allá por 1985, el rey Birenda hacía poco tiempo que había mandado “limpiar” de “hippies” las calles de lo que se llamó el “Valle Feliz”. 

Después de haber recorrido la India en los más destartalados vehículos y cansado de la miseria del subcontinente llegar a Katmandú fue toda una delicia: el clima suave lejos del bochorno de la llanura del Ganges, la gente amable y sonriente, la tranquilidad de sus calles y plazas, los palacios, las pagodas y casas medievales, los pequeños y agradables restaurantes con excelente comida que regentaban los hippies “convertidos” en “progres” de la época, las casas de té, la música… Katmandú, era sin duda, un lugar de donde el viajero no se quería marchar y en donde te encontrabas con la más variada legión de trotamundos que pudieras imaginar.

Después, he vuelto en varias ocasiones…, la última hace pocos años. El país ha cambiado mucho en los últimos tiempos, la monarquía ya no existe y ahora el parlamento tiene mayoría del partido maoísta. Pero ya no es el “Valle Feliz”. Las basuras y la miseria se adueñan de lo que fue el Katmandú esplendoroso. El “desarrollo” llega a estos países unido al crecimiento de la basura y de la miseria más absoluta. Algunas clases “emergentes” prosperan sobre la miseria del resto del país. Yo conocí un Katmandú pobre pero no mísero. En la última visita apenas tenían tres horas de luz eléctrica muchos de los días, miles de infelices urgaban en las basuras amontonadas por los rincones. Los carteles de las multinacionales se codeaban con la miasma. Las motos habían sustituido a las miles de bicicletas y la contaminación se había apoderado del valle. Los barrios de chabolas han proliferado como hongos y los cultivos y casas tradicionales del valle habían sido sustituidos por feos, grises y mugrientos barrios de hormigón y chapas de metal.¿Es éste el progreso para los países del llamado “tercer mundo”, ahora eufemísticamente llamados “emergentes”?
 Afortunadamente hacía poco tiempo que por fin la preciosa y medieval Plaza Durbar, rodeada de palacios y de pagodas, había sido cerrada al tráfico. Sentarme en aquélla plaza fue retroceder por unos instantes al pasado, a un pasado en un valle feliz. Katmandú ha perdido su sonrisa, menos mal que todavía nos queda el Himalaya…, pero si os interesa, no tardéis en ir.

Katmandú, Nepal.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

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