Hace unas horas acabo de regresar del Rif, esas montañas unidas a mi vida y a nuestra historia. Pasaba por la aldea de Talanfrouk, de la pequeña mezquita zawiya rural un paisano salió a ofrecernos té. ¡Qué lejos de ese islamismo envenenado, qué lejos de lo que piensan muchos sobre lo que pasa en estas tierras!, pensé.
Unos algarrobos y unas higueras centenarias hacían de la entrada a la aldea un lugar amable. Unos metros más adelante, sentado junto a un porche, me fijo en un anciano venerable. Su larga barba blanca me lleva a recordar antiguas fotografías de viejos rifeños. Absorto en mis pensamientos descubro que el anciano me está diciendo: –hombreee, hombreee…, –emitiendo una gran carcajada. Me acerqué, crucé difícilmente algunas palabras con él, que sonreía a cada instante. –Aprendí algo de español con el personal que construyó la “fábrica de la luz” allá abajo, –señalándome el fondo del valle. –Eso fue cuando los españoles estaban por aquí hace ya muchos años. –Su rostro sonrosado, tu tersa tez no delataban sus años. –Tengo cien años, menos un año. –Me dijo en clara referencia a la cifra de 99, que no sabía expresar.
Los españoles administramos el Rif en los años del Protectorado. Con sus sombras y sus luces, la historia de muchos españoles y rifeños en aquéllos años está aún por descubrir. Abdelaziz es testigo de nuestra historia reciente. Por su amabilidad y amplia sonrisa no parece ni mucho menos triste, ni resentido, al recordar aquéllos tiempos. Sin duda, muchas veces uno es capaz de sentirse reconciliado con su historia.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Montañas del Rif (Marruecos), marzo 2016.
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