Bombay, Gandhi y la Satyagraha

Bombay, Gandhi y la Satyagraha

Los portugueses, que fundaron y se asentaron en la “Bon Bahia” no podían imaginarse la Bombay de hoy. 

Veinte millones de habitantes y otros cuantos sin censar. Los modernos edificios crecen como hongos sobre los SLUMS, los barrios miserables en donde se hacinan cientos de miles de parias, de esclavos del siglo XXI. El ruido, el desorden, la basura, la cloaca campa por doquier. El lujo y un “progreso” desaforado se mezclan con la podredumbre más abyecta. A determinadas horas la ciudad se colapsa, el tráfico, por llamarlo de alguna manera, se convierte en una pesadilla y esa ciudad parece que va a reventar delante de ti. Es el “caos perfecto” nos dice Carlos, un colombiano que regenta un restaurante en el centro, cerca de “Gates of India”. Tiene razón Carlos, a pesar de todo, la ciudad tiene su encanto pero no recomendaría a nadie vivir ahí.

En una tarde calurosa y de bochorno tropical fuimos a visitar la casa de Gandhi. En la casa del gran pacifista se respira una atmósfera de decadencia absoluta, huele a maderas y a libros viejos y a desinfectante. Aquí Gandhi desarrolló su idea para la puesta en marcha de la “Satyagraha”, la doctrina del “amor y la firmeza”, la base de su “Resistencia Pasiva”. Un movimiento naturalista y moralizante, pedía a los indios la vuelta a las raíces rurales, a la rueca, a comer y a poseer poco, al desdén por las cosas materiales. “Ustedes tienen que marcharse”, dijo Gandhi al primer ministro británico. Y se marcharon. Pero los indios, muchos de ellos, pronto abandonaron la “resistencia pasiva”, la “Satyagraha”, la vuelta a los orígenes. Se hicieron con la bomba atómica, las clases dirigentes y acomodadas se entregaron al lujo y al frenesí, sobre las espaldas de millones de parias. 

Los cientos de rascacielos crecen sobre la miseria, mientras los viejos edificios de la Bombay colonial sucumben bajo las excavadoras. Gandhi volvería a su tumba si se diera una vuelta por su ciudad. El sol ya castiga menos cuando salimos de la Mani Bhavan, la casa del héroe. De vuelta al hotel, nuestro amable taxista nos mostró la “Tower Silent”, la “Torre del silencio”. El monumento funerario zoroástrico, donde los parsis exponían hasta no hace mucho los cadáveres para que fueran comidos por los buitres. "Imagino que olería mal". Le comenté absurdamente, por decir algo, al taxista. "Si, pero sólo por unos días", me comentó tranquilamente. Bombay, India, entre la tradición y el desastre.

Bombay. Abril 2017

Jerez, Julio 2017.

© Faustino Rodriguez Quintanilla, textos y fotos.

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