Habíamos partido de Cuzco, la colonial ciudad andina cercana a Machu Picchu. Llevábamos varios días en una furgoneta dando botes por las más tortuosas pistas de la cordillera de Vilcabamba. Nuestro objetivo, atravesar los Andes y bajar hacia las extensas selvas del Amazonas.
En pocos lugares del mundo se dan cita un mayor contraste de paisajes, desde el altiplano rudo, solitario y frío a los glaciares andinos a través de un paisaje de tundra y lagunas heladas para, tras rebasar la cordillera, bajar a través del bosque nuboso y adentrarse en el infierno verde que forman las junglas más impresionantes de la Tierra, donde el calor y el fragor se adueñan de todo.
Un día cruzando el Altiplano, andábamos algo despistados con la ruta y no había mucha gente a la que preguntar. Después de muchos kilómetros encontramos a esta "cholita", una pastorcita al cuidado de su rebaño de ovejas, llamas y alpacas. Hablaba quechua, el ancestral idioma de los Andes, y apenas balbuceaba unas palabras de castellano, pero su amable sonrisa nos valió por todo y nos dió el ánimo suficiente para proseguir nuestro viaje. La cholita nació en el Altiplano, rodeada de montañas y de fríos páramos y, probablemente haga toda su vida allí, sin conocer ese mundo de selvas al que nosotros nos dirigíamos.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y foto.
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