Hacía poco tiempo que China había flexibilizado las normas para viajar por muchas de sus regiones y repúblicas.
El gran gigante asiático comenzaba a abrirse al exterior. El férreo y hermético Partido Comunista había abandonado hacía ya algún tiempo las directrices de la dramática “Revolución Cultural” de Mao y los jóvenes tecnócratas del Partido ideaban un nuevo sistema de “capitalismo comunista” bajo el prisma e ideas plasmadas en la ya famosa fase de la época: “gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”.
Después de tantos años se me antojaba excitante viajar de forma libre por China. Una vez allí, atravesando esos vastos territorios la tarea iba a ser más complicada. Viajábamos dando botes en viejos autobuses de línea, nadie hablaba ningún idioma que no fuera el chino mandarín o algunas de las muchas lenguas y dialectos del país…, y, además, todos los carteles indicativos lo hacían en caracteres chinos…, lo que nos llevaba constantemente al uso de los gestos y de la mímica junto con buenas dosis de paciencia para poder proseguir nuestro viaje.
Aquélla mañana fresquita y relajante después de muchos días de ruta difícil y complicada, en un parque de la ciudad de Urumchi, unos niños juegan a la “piola”, un dulce juego que compruebo ese día que es universal y no patrimonio de la España de mi niñez. Al poco, en ese día mágico en el que agradeces viajar, descubro las agradables sonrisas y saludos casi marciales de aquéllos jóvenes que parecían darnos su particular bienvenida a la “nueva China”.
Después vendrían los sucesos de “Tiananmén”, la represión en el Tíbet y en otros muchos lugares…, la fabricación de “basura” sin límites, el poderío económico o las Olimpiadas… pero eso forma parte de otra historia, en gran parte aún por escribir.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Urumchi (China Occidental), octubre de 1990.
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