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Dos musulmanes y sus mulas

Dos musulmanes y sus mulas

Acabábamos de bajar del Djebel Ghat, una montaña de 3.800 metros, blanca de la nieve de primavera y bajo un cielo azul atlante. 

La verde yerba reconfortaba nuestros pies cansados y en esas circunstancias daba pena dejar el campamento, en una plácida tarde soleada y calentita. Pero teníamos que bajar. Aún nos quedaba subir un collado por encima de los tres mil metros para posteriormente comenzar a descender. El sendero está complicado para las mulas, Hussein y Mohamed titubean un rato pues parte del camino está barrido por la lluvia y la nieve del invierno. Hussein es joven, apenas calculo, que tendrá veinte años. No conoce ninguna palabra de francés y dadas las veces que le veo rezar parece que se trata de un “buen musulmán”. A Mohamed no lo veo rezar, Mohamed es más guía que mulero. En los pasados días, cuando tuvimos mal tiempo, nos planteó buenas alternativas y ha sabido improvisar, lo que no es poco en montaña, y llevar muy bien todo el desarrollo del recorrido. Mohamed y Hussein viven en el poblado de Abachkou, a varios días a pie desde aquí, compaginan sus tareas agrícolas de subsistencia con la de muleros y se buscan la vida como pueden. Durante estos días que llevamos caminando juntos nos han demostrado que son buenos profesionales además de excelentes personas. Bajamos y bajamos, divisamos los primeros prados y huertos del alto valle de Ait Mallal y por fin llegamos a su cabecera. Da alegría escuchar el rumor del agua a su paso por las acequias y descansar la vista con el color verde. 

Pronto llegamos a las primeras casas de un poblado. En una casita cercana, y a la sombra de un nogal gigante, unos niños, acompañados de su maestro, cantan oraciones lanzando al aire sus plegarias. La escena produce beatitud al caminante y es, sin duda, el lado amable de la religión. "Se trata de una escuela coránica", nos dice Mohamed. Seguimos bajando entre casas, huertos y plantaciones de manzanos en flor, su olor exquisito nos reconforta. Seguimos un poco más, llevamos casi doce horas caminando. El valle, este alto valle de Ait Mallal, con sus huertos en bancales, sus casas de piedra, sus grandes nogales, sus árboles frutales y lejos de cualquier sitio es la imagen viva de la armonía en la montaña atlante y esto nos reconforta. Al poco, al calor de la casa, en la habitación alfombrada y sobre un infiernillo, hago unos huevos revueltos con patatas. Mientras espera la cena, y situado en un rincón, Hussein reza las plegarias de la tarde, mirando a oriente. Al otro lado, Mohammed toma vino con nosotros. “Sólo lo tomo en la montaña”, nos dice.

Han sido cinco días más de nuestra vida, caminando con dos musulmanes y sus mulas, dos musulmanes diferentes. En los caminos de “Idrarem Darem”, las “Montañas de las Montañas”.

Alto Atlas. Primavera de 2010.

Jerez, Agosto 2015.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

(Fotos de la travesía; gentes, pueblos y montañas. En una de ellas, los cuatro protagonistas del recorrido, Faustino, Franqui, Franki Souto, Mohamed y Hussein).

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