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En busca de la "Ciudad Perdida" (2ª parte)

En busca de la "Ciudad Perdida" (2ª parte)

Abrir los ojos a la nueva mañana, salir de tu habitación a la luz de los trópicos, al olor a plantas dulzonas y a café recién hecho es una buena forma de entrar en ambiente. Hemos quedado con el señor Jairo, uno de los primeros guías de Ciudad Perdida.

–En 1997 tuve que suspender mis actividades –nos dice–, por problemas con la guerrilla y los paramilitares, pero la situación ha cambiado, la zona ahora está tranquila y la gente que antes se dedicaba a la extorsión ahora se dedica al turismo.

Pocas cosas resultan más emocionantes que partir al descubrimiento de una antigua ciudad abandonada y si ese lugar está envuelto en brumas y lluvias casi permanentes, a la vez que es necesario atravesar innumerables ríos y selvas hasta llegar, entonces, comprenderemos por qué la “Ciudad Perdida” ha hecho honor a su calificativo durante cuatro siglos. Teyuna, como se la conoce en la lengua indígena, fue construida por los Taironas en las laderas de Sierra Nevada de Santa Marta. Actualmente constituye una de las ciudades precolombinas más grandes descubiertas en América.

La humedad es tremenda y el aire vuela denso, cargado de olores a tierra, a yerba fresca y a excrementos de numerosos animales que no vemos, pero que sabemos que están. Llueve a ratos y el camino se va enlodazando por momentos. Vamos acompañados por el joven Misabel, nuestro guía, tiene 21 años y parece un buen chico. Conoció la sierra en los años revueltos. Cuando los paramilitares, los narcos y los guerrilleros de las FARC se calentaban por estos senderos. –¡Mi tío! –me dice–, muchos jefes paramilitares están ahora en los Estados Unidos. Caminamos bajo árboles gigantes como la descomunal ceiba de leche. Las palmas de cera, los helechos arborescentes, los bosquetes de tagua y las hermosas bromelias cuelgan de árboles musculosos.

Por fin, el tercer día, divisamos muy abajo el cauce del Río Buritaca y el grandioso valle que nos tiene que llevar corriente arriba hasta nuestro objetivo. El camino se hace más agreste y complicado si cabe. Las mulas ya no nos acompañan y a partir de aquí llevaremos todo nuestro equipo a cuestas. El río baja con fuerza y con mucho caudal por lo que prestamos la máxima atención en su vadeo. Después avanzamos entre rocas, lianas, raíces gigantes, yerbas y piedras tamizadas de musgo de mil tonalidades verdes…, de la selva, de la tupida selva negra surge misteriosa una gran escalinata compuesta por grandes piedras talladas y bien alineadas. El corazón me late con fuerza y no puedo dejar de emocionarme, estamos en el inicio del ancestral acceso a Ciudad Perdida.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), octubre de 2010.
Jerez, junio 2016.

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