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La granja de “pirarucús” - Locos y soñadores en el Amazonas

La granja de “pirarucús” - Locos y soñadores en el Amazonas

Navegamos río de arriba de la cabaña Sacambú. Grandes nubes algodonosas que escalan hacia el azul. Algo te dice en tu interior que detrás de aquélla curva del río va a aparecer algo diferente, una ciudad, un pueblo, quizás un puertecillo…, pero llegamos y aparece a lo lejos otra curva más, selva y más selva, árboles musculosos y gigantes como titanes, lagunas escondidas y una maraña que parece querer engullirte.

Joel, nuestro guía, nos lleva hoy a conocer una curiosa experiencia. Un tipo peruano lleva más de 20 años establecido en este lugar perdido y desde hace seis está trabajando en la cría en cautividad del pirarucú. Se trata de uno de los peces con escamas más grandes del mundo. Habita en los ríos tropicales y amazónicos de Colombia, Brasil y Perú, en donde se han llegado a encontrar ejemplares de hasta 12 metros de longitud. Su valiosa y sabrosa carne, su cabeza, escamas y piel son altamente demandadas por lo que el pirarucú está en grave peligro de extinción. Pues bien, nuestro hombre ha ideado una especie de “vivero” para poner en práctica su proyecto de cría y reproducción. Pero, como hemos dicho, el pirarucú no es una trucha o una lubina. Aunque ahora no es fácil encontrar ejemplares de 12 metros, sí se pescan animales entre los 2 y los 5 metros. –Esta es una labor dura y de paciencia –nos dice Arturo–. Llevo 6 años invirtiendo en personal, mallas, comida. Con un poco de suerte el año que viene pondrán los primeros huevos, a razón de unas dos mil unidades. Los alevines que prosperen los podré vender en el Perú al mercado japonés, a razón de 20$ el ejemplar. De esta forma estoy colaborando con la madre naturaleza y al tiempo sacaré mis ganancias.

Por 15.000 pesos colombianos, Arturo nos enseñó la “piscina” donde chapoteaban algunos ejemplares. Un joven se lanzó sin miramientos para intentar enseñarnos un ejemplar que se retorcía con fuerza, luciendo sus más de 25kg. El pirarucú, puede estar hasta una hora fuera del agua ya que está provisto de un pulmón y parece más bien un animal prehistórico. –Esta es mi vida señores, gracias a Dios ustedes son españoles y el Altísimo nos ha dado una lengua para que podamos comunicarnos ampliamente. –Arturo luce una cruz de madera en el pecho, una modesta cruz de madera negra. –¿qué edad tienes Arturo? –le pregunto. –53 años señor, ya soy mayor. –Pero, pareces mucho más joven –le comento. –Es el fruto de una vida ordenada y sin alcohol, sin juergas y sólo de trabajo. Tengo 9 hijos y 22 nietos. Mis hijos se llaman Jacob, Josué, Abraham, Noé, David, Jericó, Josué, Aarón y la pequeña Delfina; ¿no escuchan ustedes una cadena de radio norteamericana en la EJK 240? –Pues no señor, le comento. –Pues deben escucharla, es muy interesante lo que dicen. –Y, qué dicen, Arturo –volví a preguntar. –El señor Johnson Walter, habla bien, muy en serio y con muchos argumentos. Y está diciendo que el próximo 21 de mayo de 2011 será la fecha de la conversión final de los últimos cristianos y el 21 de octubre "el mundo arderá y todo se acabará". –Y, de qué forma dice el señor Johnson que se va a acabar el mundo, le pregunté, intentando ser lo más respetuoso que podía. –Señor Faustino –me comentó con tono solemne–; "todo arderá de súbito, puramente de súbito todo saldrá ardiendo". –¿Qué le parece, señor Arturo, si va soltando sus pirarucús? –le comenté ante la mirada socarrona de Joel. Al poco, nos despedimos de Arturo y de sus retahílas. –La política lo vuelve loco –me dijo Joel al marcharnos–, pura política, señor Faustino, y la selva lo "embolaca".

Dejamos la granja de Arturo y sus “piscinas” de pirarucús. A un lado una mínima iglesia se levantaba en trocito de terreno ganado a la selva. Volvimos a nuestro río y el sol del mediodía si parecía realmente fuego sobre la jungla musculosa. La selva, siempre la selva, permanecía igual, acogiendo desde siempre a todo tipo de personajes, aventureros y estraperlistas, narcos, guerrilleros, locos y soñadores, turistas y clérigos majaretas. La tarde caía plácidamente cuando arribamos de nuevo a la cabaña Sacambú, mientras el cielo estallaba en mil colores.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Amazonas, Territorio de la Triple Frontera (Colombia, Brasil y Perú), noviembre 2010.
Jerez, marzo 2016.

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