"¡Piiiiiiiiii, piiiii!i", el silbato del tren, que nos alerta del comienzo de la marcha, me transporta de repente a otra época, al igual que los olores que resume la vieja estación de Viseu de Sus, olores a carbonilla, a humazos, a traviesas embadurnadas de brea, olores a muebles viejos, a humedades relictas…
El aire vuela algo fresco pero hace un poco de calor en este final de verano, cuando vagabundeamos por este apartado lugar de la vieja piel de Europa, la región de Maramures, un trozo de territorio rumano entre Transilvania, Hungría y Ucrania. Una muralla de montañas aisló Maramures de las principales vía de comunicación. Un lugar de colinas con pueblecitos rebosantes de historia y costumbres ancestrales. Casas de madera tallada, iglesias medievales, vida detenida en pueblos y ciudades, naturaleza desbordante y hasta un pequeño tren de vapor que se adentra en las montañas… Hemos llegado aquí en busca de nuevas rutas para incluir en la programación de ALVENTUS&AÑOSLUZ y estoy sorprendido de encontrar esta “Europa detenida”. Me gusta y me relaja. Varios días estuvimos “explorando” sus más perdidos caminos y más me llevó a la convicción de que nuestro Viejo Continente aún tiene muchas sorpresas que ofrecernos. Uno de los días, la tarde caía plácidamente sobre la aldea de Bolicoel. Bonitas nubes colgaban del cielo mientras paseábamos por las calles sin asfaltar, casas de madera, pequeños huertos, iglesias perdidas en un mundo tan aparte que hasta el realismo comunista de Ceauscescu los olvidó, afortunadamente los olvidó. La gente, muy amable, nos miraba y se mostraban afable. No hay muchas cosas para entretenerse por aquí y esta tarde nosotros éramos la distracción. Lucian, nuestro fiel chófer y traductor rumano se encarga de traducir. "Señora hace calor esta tarde ", le pregunto a una viejecilla de ojos vivarachos y tez muy blanca. "Sii", me afirma con una amplia sonrisa, "pero puede usted ponerse a la sombra, ¡si quiere!"
Maramures. Rumanía. Septiembre 2011.
© Faustino Rodriguez Quintanilla, texto y fotos.
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