Flotando en la inmensidad del océano Atlántico y a la altura más o menos de Senegal, frente al continente africano, se encuentra el Archipiélago de Cabo Verde.
Algunas de sus islas tuvieron importancia en el pasado como punto de descanso y avituallamiento en las rutas marítimas entre Canarias y América, pero hoy han quedado alejadas de casi todo. Colonia portuguesa hasta los años sesenta del pasado siglo, la mayoría de los caboverdianos viven fuera de sus islas. Pero,viajar a Cabo Verde es disfrutar de la “saudade”, esa palabra tan hermosa que refleja una mezcla de nostalgia, melancolía y lejanía. Un lugar tranquilo, un puerto remoto…, la vida aquí parece detenida en el tiempo y los paisanos conllevan ese aislamiento con un carácter relajado y abierto. La noche de los viernes,cuando la gente regresa de las tareas del campo o de las faenas de la pesca,las peñas se llenan de gentes que cantan, tocan y bailan. De sus instrumentos surgen finas melodías y canciones de dulces sonidos, las llamadas “mornas” que han viajado por todo el mundo de la voz e instrumentos de afamados cantantes y músicos como Bau o Cesarea Evora, o como se la conocía también, “la mujer que canta descalza”. Cabo verde, tan suave.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Isla de Santo Antao. Cabo Verde. Mayo de 2006.
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