Si acabas de bajar de las montañas Dashen y has estado diez días caminando entre montañas, valles perdidos y aldeas fuera del tiempo de seguro que te apetece una cerveza bien fría.
Al contrario de lo que se pueda pensar desde fuera, Etiopía tiene excelentes cervezas e incluso un buen vino tinto. Y, sobre todo, Etiopía tiene tascas y garitos repartidos entre muchas de sus ciudades y pueblos. Siempre que puedo me gusta explorar esas “tascas”, refugio de una variada fauna local. Aquí siempre eres bien recibido, aunque tengo que confesar, que con cierta extrañeza por los paisanos… pues pocos “turistas” se aventuran entre las paredes de esos locales . Esa “extrañeza” pasa rápidamente a otro plano y a partir de ese momento eres uno más de la “parroquia”. Por lo general, no hay mucha concesión al refinamiento, ¿o si?. Los locales están dulcemente decorados con dibujos y pinturas, muestra de un auténtico arte popular, los colores llamativos, carteles antiguos, puestos quizás por manos muertas hace más de treinta años…y ahí siguen, haciéndote sentir que formas parte de un viaje en el tiempo. Aquí descubres la ciudad por dentro, te enteras de cosas que no cuentan los “guías locales”, sientes que formas parte de un espacio de vida inmerso en la realidad, que aprendes mucho más de ese país…, lejos del cómodo “lobby” de un hotel o de la coctelería del Hilton.
Etiopía, Noviembre 2014.
© Faustino Rodriguez Quintanilla, texto y fotos.
(Dibujos de mi Cuaderno de Viaje por Etiopía)
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