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Un cuento de Navidad. Joni y su arroz venteado

Un cuento de Navidad. Joni y su arroz venteado

Ese mes de Diciembre llovía a cántaros sobre Colombia, los grandes ríos estaban desbordados y la “Niña” estaba causando estragos en todo el país. 

Mientras, nosotros no teníamos otra cosa que hacer que chapotear en el barro ascendiendo por las selvas de montaña del Quindío. Tras muchas horas de marcha llegamos a la hacienda “Estrella del Agua”, ¡qué bonito y adecuado nombre!, pensé, para una cabaña inmersa en la espesura del bosque tropical de montaña. La cabaña está guardada por Joni, un chaval de apenas 20 años. Joni nos invita amablemente a pasar aquí la noche. En el interior hace frío y mucha humedad pero siempre será mejor que montar la tienda. Una mugrienta pero acogedora cocina de leña nos calienta y sirve para secar nuestras ropas. –Señor Faustino, me paso aquí solito los días y los días y me gusta que venga gente a visitarme. Cada 15 días bajo un fin de semana a Salento, me voy el viernes y regreso el lunes. Tengo mujer y un bebecito de apenas 4 meses que me gusta ver. La comida me la envía el “ingeniero” y va quedando poco, ya no tengo carne y apenas me quedan tres huevos. Señor Faustino, es muy triste comer tan sólo un poco de arroz “venteado”. -¿Venteado?, le pregunto. – Si señor, “venteado”. Al arroz cocido le echo un poco de aceite y le doy vueltas y vueltas al tan solo puro viento. Mire señor Faustino, me decía Joni, mientras se le ampliaba la cara de felicidad; se hace más amena esta soledad haciéndome un guisito, cortar el tomatito, la cebollita, echarlas al perol humeante y ver cómo se “espelucan” mientras “chiporrotean”. Luego viene la carnecita de res o de pollo y después se mezcla con el arroz y, ¡entonces señor Faustino!, exclamaba Joni, eso ya no es un triste arroz “venteado”.

Días más tarde, a mediados de Diciembre, regresábamos por el mismo sendero. Joni salió al escucharnos y nos agasajó con un exquisito “tinto” (café colombiano) endulzado con agua de panela. Le regalé mi forro polar y una camiseta de recuerdo. Nos dimos un abrazo y nos despedimos para siempre. Joni, le dije ¿la noche del 24 no te quedarás aquí solito, no?. –Si señor, me toca quedarme, pero me acostaré pronto para que no me “atranque” la melancolía.

Selvas del Quindío, Parque Nacional Los Nevados. Colombia. Diciembre 2010.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos. Diciembre 2015. (Y no es un cuento, es una historia).

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