Una escuela en Omo Sur

Una escuela en Omo Sur

Cuando viajas por las “tierras altas” de Etiopía nada te prepara para lo que vas a descubrir si prosigues tu viaje hacia las regiones de Omo Sur. 

Una región hasta hace poco situada al margen de todo. Ni siquiera sus habitantes eran conscientes de pertenecer a la entidad supranacional etíope.

El río Omo vertebra un vasto territorio de una extraordinaria diversidad cultural poblada de agricultores y de pastores nómadas. Cuatro de los principales grupos lingüísticos de Africa están aquí representados y un total de doce tribus, muy diferentes entre sí, se reparten por la zona.

No es fácil llegar a Omo Sur. Viajábamos en un todo terreno con un conductor, un etíope educado en Cuba, enviado por el régimen comunista de Menjistu, el sangriento dictador etíope que tenía relaciones con la dictadura cubana. Endeke, el etíope, tenía los ojos saltones y rojos, el pelo rizado y la barbilla prominente y mascaba constantemente la hoja de betel. "Me relaja", me dice, mientras sorteaba con el volante toda clase de seres errantes de la carretera; vacas, burros, carros, caminantes, bicicletas, pastores, cabras… Tras Jinka, un pequeño centro administrativo, nos adentramos por pistas de tierra a través de un paisaje ondulado y dulce, salpicado de grandes árboles y vegetación subtropical, termiteros gigantes, curiosos arbolitos enanos de flores rosas a los que llamo “mini baobabs”. A medio día llegamos a las orillas del río Omo, una serpiente de agua que riega estos territorios. Junto a los poblados fuera del tiempo juegan los niños y el paisanaje se entretiene con nuestra presencia, luciendo sus tatuajes y adornos, sus pinturas de arcilla sobre sus cuerpos esbeltos. Una escuela vacía llama mi atención. Entro a curiosear, apenas dos o tres estudiantes pasean por la zona. Uno de ellos me sigue y me hace de improvisado “guía” del recinto. No tiene mucho que enseñar. Le pido que me haga una foto con mi cámara y acepta emocionado. (La foto la podéis ver en este artículo). Al poco me despido. No dejo de pensar cuando regreso dando botes dentro del 4x4. Me voy de un mundo que sé que se va.

Jerez, octubre de 2015.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

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