Hace diez años recorrí Venezuela a ras de tierra, en transportes públicos y en taxis, descubriendo maravillosos paisajes, pequeños pueblos y ciudades donde tu vida no vale nada.
Pero hubo más, en aquel año ya descubrí que Venezuela era un país dividido, partido y maltrecho. Mi “cuaderno de viaje” recoge multitud de encuentros y desencuentros con una sociedad que hablaba de política hasta la saciedad.
“Chavez, ¡viva la madre que te parió!", gritaba el taxista que nos llevó de Caracas a Mérida, cuando pasábamos bajo alguno de los muchos carteles proclamas del régimen. "Miren, mis hermanos, aquí la oligarquía nunca pensó que llegaría un coñomadre como Chávez y se equivocaron". (Jonny, el taxista)
“El coñomadre hijo de puta del cabrón de Chávez se está cargando el país, lo está dividiendo hasta un punto irreconciliable. Miren, aquí la vaina está muy mal, hoy mismo he encañonado a un coñomadre que se me acercó al coche, ese hijo de puta venía a robarme. Yo que ustedes, tendría mucho cuidado, no vayan a encontrar aquí lo que no han venido a buscar". (Ricardo, comercial vasco de 67 años, llevaba 55 años en Venezuela).
La señora encarna regenta un chamizo a modo de casa de comidas. Aprovecha un local semi ruinoso en la zona vieja de Ciudad Bolívar, muy cerca del Palacio del Gobernador. Nos gustaba ir allí para almorzar y cenar. Era de los pocos lugares en donde podíamos tomar cocina casera venezolana, comida simple, natural y sabrosa. Además, la señora Encarna nos atiende como si fuéramos sus hijos y mientras esperamos el guiso nos agasaja con buenas cervezas frías. "Mire, mi helmano", me decía Encarna poniendo cara de pena. "Me gustaría hacer unas obritas en el local y adecentarlo un poquito pero ella no me deja. Todos los días pasa por aquí y me mira con desprecio, ella está muy crecidita y ya no se acuerda de lo que fue. La golda bella dice que me va a cerrar el negocio". Un poco extrañado, le pregunto a Encarna quién es la golda bella. "¡Mi Helmano!", exclama. "La golda bella es el Gobernador". (Señora Encarna, cocinera).
Willy y Carlos viven en Mérida, al pie de los Andes. Son de Maracaibo pero estudian en la Universidad de Mérida. Además de estudiar se ganan la vida porteando mochilas para gente como nosotros. En aquellos días nos acompañaron para recorrer los Andes de Mérida, un maravilloso recorrido a través de junglas de montaña y de fríos páramos. Willy y Carlos resoplaban en la cuestas arqueándose con las pesadas mochilas. "¿Vais bien?", les preguntaba regularmente, y sobre todo, Willy, me contestaba que sí, esgrimiendo una amplia sonrisa. Por la noche, a la luz de la hoguera, al calor de la cocina y de un vinillo de Jerez, hablábamos de política, de la falta de libertad, de la sinrazón del régimen. Estaba claro que estos estudiantes eran la vanguardia del cambio y de la protesta. Días más tarde, la policía de empleaba a fondo en la represión estudiantil en las calles de Mérida. Pudimos ver cómo los esbirros del régimen intentaban acallar a los miles de universitarios que en esos días de 2007 pedían el NO A CHÁVEZ, ante las elecciones que se avecinaban. Muy cerca de la manifestación, pero en el otro bando, me acerqué a un joven que llevaba una camiseta de un partido español de izquierdas. Nos saludamos y al poco le pregunté su opinión sobre los estudiantes que se manifestaban. “Son hijos de papá”, me dijo."¿Tú no crees que los verdaderos hijos de papá están en Miami o Nueva York?", le pregunté. Pero el español, que andaba por allí de “cooperante”, no estaba muy interesado en seguir la conversación. Además, le volví a decir, seguro que no conoces a Willy y a Carlos.
Ruddy, es el eterno vagabundo de playa. Uno de esos seres que viven sin dar dos palos al agua. Simpático “comercial” de un chiringuito playero. Entre sus frases, solía siempre repetir “¡cómo no, señores, a la orden!, que traducíamos como “pídanme lo que quieran”. Ruddy nos vendió un CD con música que él mismo había editado. Versiones españolas y de su cosecha que él llamaba “Rock Latino”. Un verdadero tostón que escuchamos con paciencia mientras nos preparaba, esto sí lo hacía mejor, un buen pescado frito acompañado de yuca. "Yo voy a votar SÍ A CHAVEZ", nos dijo Ruddy. "Es de los pocos que ha hecho algo. Miren, antes robaban cuatro y ahora lo hacen cuatro mil".
Abro lo ojos, han pasado diez años. A los estudiantes y a los desencantados de entonces, ahora les siguen millones. "Los cuatro mil” de los que hablaba Ruddy ya no podrán contener a un pueblo masacrado.
Venezuela. Noviembre 2007
Jerez, Mayo 2017.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, textos y fotos. Con William Rivera
ViajesAños Luz | Viajes diferentes | www.aluz.com