La M-41, conocida popularmente como la Pamir Higway, atraviesa las montañas del Pamir, pasando por Tayikistán, Afganistán y Kirguizistán.
En Dusambé, la capital de Tayikistán, negociamos un transporte para recorrer los 1.252km entre esta ciudad y Osh, en Kirguizistán. Murad, nuestro chófer, al que “bauticé” con el nombre de “Dersú Uzalá”, me recordaba al personaje central de la novela de Vladimir Arséniev. En esa novela, Dersú, es el fiel guía de un oficial del ejército zarista ruso, en su aventura de cartografiar los salvajes territorios de Siberia. Dersú fue un buen y gran acompañante del oficial ruso, que sin su ayuda nunca hubiera sobrevivido en la fría Siberia.
Nuestro “Dersú” no sabía inglés, sólo ruso y tayiko. Curiosamente sólo usaba una palabra en alemán que sí entendíamos: “Strasse” (carretera), que utilizaba de cuando en cuando. Pero nos entendimos con Dersú a la perfección. Resultó ser un buen chófer y buen compañero de aventura, fiel escudero y hombre de confianza, algo muy importante para atravesar una de las zonas más remotas de la Tierra.
La ruta fue construida en parte a finales del siglo XIX, era la época del llamado “Gran Juego”, donde rusos e ingleses se repartían las tierras de Asia. Después, fue finalizada, en 1930, por los soviéticos. Si bien, antes, ya fue una ruta histórica, por donde pasaron algunos de los caminos de la seda. Está asfaltada en muchos tramos, con el asfalto destrozado en otros y sólo de tierra en otros muchos tramos. Durante 500km circula paralela al río Panj, en el territorio de Gorno-Badakhshan, paralela a la frontera con Afganistán.
Además de su paisaje, montañas de todos los tamaños, desfiladeros, caudalosos ríos, laderas infinitas de piedras y polvo, oasis de montaña, desiertos, glaciares…, la carretera también es un hilo de vida. No vive mucha gente por aquí, a lo largo de los 1.252km sólo hay una población medianamente importante, Khorugh. El resto son pequeñas aldeas y casas perdidas, guarniciones y controles militares donde los “soldat”, como los llamaba Dersú se entretenían con nuestros pasaportes. En más de una ocasión nuestro fiel escudero tuvo que soltar pasta para “agilizar” trámites. Aun así, la vida fluye a lo largo de eso hilo de comunicación.
Por ello, quise recoger con mi cámara algunos instantes de esa vida, de esos paisajes con figuras; las casas de comidas, esos pueblos perdidos, niños que van a la escuela, estupas budistas que apenas pudieron resistir el avance del Islam, petroglifos que denotan la presencia humana desde tiempos inmemoriales o ruinas de castillos vigías. Compartimos el té, la mantequilla de Yak y la carne de “cabra de Marco Polo”, recién cazada por el tío de nuestro amigo Kirguiz, Ibragin. Atravesamos el Corredor Wakhan, por donde pasó Alejandro Magno en su ruta por el Nuristán. Escuchamos finas melodías de antiquísimos instrumentos en la casa del sr. Aydarahad, nieto del Sufí Mubarak, personaje místico y venerable. Y además de todo ello, tuvimos varias diarreas y otros males menores…
En Ishkasin, población batida por los vientos, veíamos caer plácidamente la tarde. Una pequeña caravana de coches adornados, era el cortejo de una boda, viva imagen de que también aquí la gente se casa, se alejan por la carretera solitaria. Como en todas las bodas, eran muy ruidosos, les íbamos perdiendo de vista y seguían pitando, las urracas levantaron el vuelo despavoridas, no había nadie más.
Mientras tanto me venían a la cabeza las palabras de nuestro buen Dersú… “Strasse, strasse”… la carretera, la carretera…
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Alta Ruta del Pamir, septiembre y octubre de 2016.
Viajes Años Luz | Viajes diferentes | www.aluz.com