No para de llover, llevamos así muchos días. Alcanzamos un alto por encima de los 3.800 metros. Hemos dejado atrás las selvas y entramos en el páramo andino.
Como los anteriores, el día está gris y triste. Por fin, chapoteando en el barro, llegamos a la “Hacienda la Primavera”. Un bonito nombre para un chamizo en el medio de la nada. Aquí vive la señora Mabel con sus tres hijos, el arriero Germán, que nos acompaña desde hace varios días y los pequeños Oscar y Natalia. La vida se desarrolla alrededor de una cocina mugrienta, junto a un hogar central donde las brasas hacen amable el habitáculo. Hoy, los niños y Mabel han decorado un poco la casa poniendo y encendiendo velitas por todos lados. Es la forma con la que en Colombia se celebra el día de la Inmaculada, iluminando la casa con velas, tomando un licor casero y buñuelos. Poco más tarde, Mabel cocina un sancocho y nos tomamos un buen tazón para calentar nuestros fríos cuerpos. Ya repuesto, intento ordenar un poco mi cuaderno. Oscar y Natalia se sientan a mi lado, curiosean mis cosas, mis lápices, la caja de acuarelas…, todo les llama la atención. Oscar y Natalia no van a la escuela. Lo que saben se lo ha enseñado su madre entre faena y faena. Oscar tiene unos ojos vivarachos y una carita que desprende felicidad. No para un momento. Le invito a pintar algo en mi diario. Oscar dibuja la figura de un “Nevado”, el colosal Nevado del Tolima, que se supone está muy cerca de aquí pero que aún no hemos podido ver. Sobre la montaña dibuja un sol brillante, un bonito sol que hace tiempo que no vemos. Natalia parece también feliz. Ella quiere poner de su parte y dibuja una niña sonriente. El páramo me parece ahora menos triste y gris. A Mabel la abandonó su marido. –Un buen día se fue y ya no volvió señor Faustino, me dice. Germán, el mayor, es el arriero y el que se ocupa de los caballos. Se encarga de llevar al mercado de Salento las papas que aquí cultivan. Diez horas de trayecto a pie a través del páramo y la selva. Los pequeñitos Oscar y Natalia ayudan en lo que pueden; ordeñan las vacas, van a por leña, cuidan de los animales, aprenden a leer y escribir…, y además del frío, de la lluvia y de su aislamiento, nunca les falta una sonrisa en sus caritas.
-Señor Faustino, me dice Oscar. –Antes de ayer fui un poco más allá del huerto y vi un león*, señor!! ¡El león estaba allí!!, y se quedó mirándome. Yo temblaba señor Faustino. Me dio puro miedo y …¡retrancas, como me gustó verlo señor!, ¡era bonito el pendejo!.
Hacienda La Primavera, Cordillera central de los Andes de Colombia. Diciembre 2010.
© texto y fotos, Faustino Rodríguez Quintanilla. Jerez, Diciembre 2017.
*El “león” al que se refiere Oscar es un ejemplar de Jaguar que habita en el PARQUE NACIONAL LOS NEVADOS, donde vive Oscar. Los dibujos y fotos son de mi “cuaderno de viajes”.
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