Llegar a Usghuli no es fácil y, además, aquella noche el cielo descargaba agua como si todos los odres del firmamento se hubieran roto de repente.
“Llovía con saña”, apunté en mi diario. Una tintineante bombilla, de las pocas existentes en el villorrio, nos indicó que ahí podría encontrarse el “Guest House” de Nino. Así fue. Nino, una georgiana con bigote nos recibió con una amplia sonrisa y detrás de ella, en un salón al abrigo de la chimenea cantaban, chillaban y bailaban unas veinte mujeres ayudadas por el vino seco y rancio.
Svanetia es una histórica región de Georgia. Se encuentra situada en el corazón del Gran Cáucaso. Una tierra llena de bosques y de verdes prados y montañas que suben a más de cinco mil metros. En sus valles se asentaron pueblos aislados y celosos de su independencia. Hoy, la cordillera está dividida entre numerosas mini repúblicas y Estados. Una región políticamente “caliente”. Tras la caída de la URSS, Azerbaiyán, Armenia y Georgia proclamaron su independencia y otras repúblicas autónomas pertenecen con mayor o menor grado de aceptación a la Federación Rusa; Chechenia, Osetia, Ingusetia, Kabardino Balkaria, Karachevo, Adiguesia y Daguestán.
Svanetia es el país de los Svan, aquí viven desde hace más de mil años. Días antes de nuestra llegada a Usghuli habíamos entrado en Svanetia. Comenzamos a ver pueblos de piedra fortificados, torreones de defensa y gentes de otra época, un personal variopinto y espartano que ha vivido alejado de todo. Los rusos, los otomanos y la URSS pasaron de puntillas por estos valles, mientras los Svan resistían los asedios encaramados en sus altos torreones. Mestia es la pequeña “capital”, pero, si quieres llegar a Usghuli tendrás que seguir por carreteras de tierra y profundos desfiladeros.
Mientras tanto, en el "Guest House" de Nino, las mujeres seguían cantando y bailando. Mujeres recias, de pronunciadas facciones y pobladas cejas que reían a carcajada abierta. Estaban celebrando algo y nuestra presencia no parecía importarles. Nino nos ofreció la cena; sopa y “jachapuri”, un pan relleno de queso fresco y dos huevos fritos en su interior. Entre tanto, se nos acercó Olek. Olek “el ucraniano” bien podría haber salido de una película medieval si no fuera por estar adornado con una bufanda futbolera. Nos pide permiso para sentarse con nosotros. Conforme avanza la conversación descubro que Olek es el típico charlatán cara dura que cae simpático, un ser dado a escuchar el canto de los grillos y los rumores del río, beber vino y cervezas de invitación y no trabajar siquiera lo imprescindible. - Me fui de Ucrania ahogado por la pena. Viajo para quitarme la “depresión” y también huyendo de la guerra. ¿Me invitan a un té? Me alojo aquí al lado, en una tienda de campaña y llevo tres semanas andando por Georgia. Las mujeres georgianas son simpáticas pero, ¡amigos! - exclamó, las españolas y las italianas…¡Oh! Le cedí mi sopa, que sorbió con ganas y después se lió con los tomates y el pepinillo. Terminó llevándose la mitad de mi Jachapuri.
La mañana amaneció radiante. El sol iluminaba las cimas ahora nevadas tras el temporal de anoche y las viejas paredes del monasterio de Lamaria ofrecían cálidas tonalidades. Tras el suculento desayuno salimos a caminar rumbo a los altos valles del glaciar de Shkara. Poco después pasamos junto a la minúscula tiendecilla de nuestro amigo Olek, el “comensal de misericordias”. Olek, roncaba como un bellaco, seguro que ya había superado su “depresión”.
Usghuli. Alta Svanetia, cordillera del Cáucaso. Septiembre 2015.
Jerez, Noviembre 2016.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Con Pepe Contero, Manuel Márquez Gómez y Rafa Benjumea
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