Abrir los ojos a la nueva mañana, salir de tu habitación a la luz de los trópicos, al olor a plantas dulzonas y a café recién hecho es una buena forma de entrar en ambiente. Hemos quedado con el señor Jairo, uno de los primeros guías de Ciudad Perdida.
Hace varios meses publiqué por este medio la primera parte de mi Cuaderno de México, aquí va la segunda.
Llevábamos varios días navegando por el Amazonas, en los territorios de la “Triple Frontera”, la zona geográfica donde se unen Perú, Brasil y Colombia. Nuestra embarcación a la que habíamos bautizado con el nombre de “Jacaré del Amazonas” se deslizaba plácida por las zonas más remotas del río.
Ayer dió comienzo el mes de Ramadán. Cientos de millones de musulmanes han comenzado esta semana su mes sagrado. Inevitablemente, estos días me traen recuerdos, recuerdos no lejanos y hermosos.
Es madrugada, el "Golfinho" –así se llama nuestro barco– navega aguas arriba del Amazonas. Todo está oscuro y siniestro, el río como siempre, voluptuoso e impredecible, se desliza como una culebra gigante sobre la selva densa y musculosa.