A finales del pasado mes de Mayo, mi sobrina Julia, Giulia Quintanilla, y yo recorrimos gran parte de California. El objetivo; "explorar" ese vasto país para programar futuras actividades y viajes.
Boca del Cielo podría ser algo parecido al paraíso. Desde Tuxtla Gutiérrez un bus que parece una cafetera nos ha llevado hasta Tonalá, atravesando la llamada Sierra Madre de Chiapas, y desde aquí por Puerto Arista alcanzamos Boca del Cielo, un ribazo de cuatro casas a orillas del Océano Pacífico.
La mañana está azul y el sol invade el pequeño cementerio de Macugnaga, bajo la impresionante cara sur del Monte Rosa, mientras paseo entre lápidas y tumbas.
Quijarro es “the absolut the end”, como dirían algunos británicos, para señalar irónicamente, “el final de todo”. Una ciudad a la deriva en la frontera de Bolivia con Brasil, un lugar remoto, lejos de cualquier sitio, un lugar para no caerse ni muerto (anoto en mi diario).
Abrir los ojos a la nueva mañana, salir de tu habitación a la luz de los trópicos, al olor a plantas dulzonas y a café recién hecho es una buena forma de entrar en ambiente. Hemos quedado con el señor Jairo, uno de los primeros guías de Ciudad Perdida.