Hay una bella costumbre que no se debería perder y es la de llevar siempre con nosotros un Cuaderno de Viaje.
Hace pocos meses sobrevolaba los cielos de oriente camino de la India. Hacia el Este la inevitable oscuridad del cielo hacía presagiar que nos dirigíamos hacia la noche.
Hace diez años recorrí Venezuela a ras de tierra, en transportes públicos y en taxis, descubriendo maravillosos paisajes, pequeños pueblos y ciudades donde tu vida no vale nada.
Esta mañana da pereza salir del saco calentito. Llueve a cubazos y los caminos se han convertido en ciénagas y, además, ya no nos queda ropa seca que ponernos.