Llevábamos varios días navegando por el Amazonas, en los territorios de la “Triple Frontera”, la zona geográfica donde se unen Perú, Brasil y Colombia. Nuestra embarcación a la que habíamos bautizado con el nombre de “Jacaré del Amazonas” se deslizaba plácida por las zonas más remotas del río.
Navegamos río de arriba de la cabaña Sacambú. Grandes nubes algodonosas que escalan hacia el azul. Algo te dice en tu interior que detrás de aquélla curva del río va a aparecer algo diferente, una ciudad, un pueblo, quizás un puertecillo…, pero llegamos y aparece a lo lejos otra curva más, selva y más selva, árboles musculosos y gigantes como titanes, lagunas escondidas y una maraña que parece querer engullirte.
Quijarro es la “no man land”, “the absolut the end”, como dirían algunos británicos, para señalar irónicamente, “el final de todo”.
Nos alojamos en el Salette Hotel. La entrada tiene buena pinta pero un corredor largo nos va a depositar en el hotel más cutre en lo que llevamos de viaje.
Nos espera el tren, el expreso de la Compañía Ferroviaria Oriental, 20 horas de trayecto desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hasta la frontera con Brasil.