El aire volaba templado y seco cuando llegamos al pequeño aeropuerto de Dire Dawa, un villorrio polvoriento al pie de unas viejas montañas rojas y áridas.
Llevábamos varios días de viaje dando botes en un 4x4, nuestro destino era la extensa región de Omo Sur, en la Etiopía profunda.
Hace unas horas acabo de regresar del Rif, esas montañas unidas a mi vida y a nuestra historia. Pasaba por la aldea de Talanfrouk, de la pequeña mezquita zawiya rural un paisano salió a ofrecernos té. ¡Qué lejos de ese islamismo envenenado, qué lejos de lo que piensan muchos sobre lo que pasa en estas tierras!, pensé.
Cuando viajas por las “tierras altas” de Etiopía nada te prepara para lo que vas a descubrir si prosigues tu viaje hacia las regiones de Omo Sur.
Me encontraba a gusto esta mañana, el aguacero de anoche había asentado el polvo reinante de la tarde anterior, cuando estuvimos visitando los templos milenarios de Lalibela, entre moscas y calor.